Recuerdo que me contaron una historia, hace ya algunos años. Aclaro que no sé si era una historia real, o una fábula, pero la moraleja me pareció interesante. Un promotor inmobiliario, antes de diseñar y construir una nueva urbanización junto a un pueblo, pensó que sería una buena idea preguntar las características ideales que debería tener cada casa a las personas que vivían allí, para que les gustase. Las vecinas y vecinos respondieron a todas las preguntas de la encuesta: ¿Cuántas habitaciones? ¿Metros cuadrados? ¿Quiere que tenga piscina? ¿Materiales? La verdad es que demostraron tener un gusto extraordinario por la calidad y el lujo… El promotor construyó las casas según las respuestas de la encuesta, pero cuando fue a venderlas se encontró con la desagradable sorpresa que no conseguía vender ninguna. Y al preguntar a los habitantes del pueblo, la respuesta fue muy clarificadora: “La pregunta era qué casa me gustaría comprarme. Se le olvidó a Vd. preguntar si tenía dinero para comprarla…”
Es una historia parecida a la que cuentan varios de los episodios de la serie “Dr. House”, que una y otra vez explica a su equipo que los pacientes siempre mienten, así que preguntarles es una pérdida de tiempo (les recomienda, en cambio, allanar su vivienda, su nevera, los cajones de su mesita, para investigar qué tipo de vida llevaban en realidad). Y también es parecido a la recomendación de los expertos de marketing, que una y otra vez insisten en que las encuestas a consumidores pueden conducir a errores, y que lo importante es observar su comportamiento real. Un dato que corrobora esta afirmación, es la diferencia que siempre se da entre los resultados de las encuestas de intención de voto, y los resultados reales de las elecciones…
La Ministra de Industria explicaba la semana pasada que los 750 proyectos presentados a una sola de las convocatorias de Manifestaciones de Interés (proyectos tractores de la industria) sumaban inversiones por 30.000 millones”
Los Fondos Next Generation de la Unión Europea, que se van a empezar a repartir en 2021, han traído una oleada de convocatorias de Manifestaciones de Interés en los Ministerios. Según escribo este artículo se han publicado ya siete, y antes de que se publique en una semana, estoy seguro que habrá salido alguna más. Movilidad sostenible, 5G, proyectos tractores industriales, España despoblada… La pregunta es parecida a la del promotor inmobiliario: ¿Qué proyecto harías si yo te diese una jugosa subvención? Así que las empresas y las instituciones piden piscina, solárium y pista de tenis. Bueno, ponme también un paddle, y habitaciones para el servicio. La Ministra de Industria explicaba la semana pasada que los 750 proyectos presentados a una sola de las convocatorias de Manifestaciones de Interés (proyectos tractores en la industria), sumaban inversiones por 30.000 millones de euros. Un no parar. Es cierto que la convocatoria explicaba con claridad: “Por tanto, la participación no genera ningún derecho al acceso a la potencial financiación que pueda convocarse por la Administración para la consecución de los objetivos propuestos, ni ninguna obligación a la Administración”. Esto es solo una encuesta. Después de las manifestaciones de interés, vendrán las convocatorias de subvenciones. Y con el señuelo de los miles de millones que van a llover de Europa, se presentarán todavía más proyectos de los que se han presentado a las convocatorias de manifestaciones de interés. Hay un problema, que cualquier observador con un mínimo criterio puede apreciar ya a estas alturas, es que no hay subvención para tanto proyecto. Pero probablemente tampoco haya tanto proyecto que sea realmente viable sin depender exclusivamente de subvenciones… Como en las cosechas de cereales, hay una importante tarea de separar el grano de la paja…
Se solucionarían estos problemas con una comunicación fluida entre la Administración y las empresas. Y, para evitar malentendidos, con eso no me refiero tanto a labores de lobby, como a una conversación que ayude a las dos partes a desarrollar un conocimiento profundo de las transformaciones que se han producido en los sectores económicos, y en dónde tiene fortalezas nuestro tejido productivo en los nuevos mercados globales. Por ejemplo, algunos de los proyectos que he visto presentar, plantean fuertes inversiones (adquisición de equipos) con tecnología desarrollada en terceros países. Está claro que las empresas adquirirán gracias a esas inversiones una ventaja competitiva, pero la pregunta fundamental es: ¿Esa ventaja es sostenible en el tiempo? Mucho trabajo por delante, esperemos que no se gaste en burocracia, lobbies, repartos arbitrarios o café para todos… Es muy importante acertar en estas apuestas.
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