Los datos agregados de las entidades recogen bajas en la eficiencia y rentabilidad, que no pueden compensar con la mayor actividad comercial y la contención de gastos
La crisis desatada por el coronavirus ha devuelto a la banca, y al resto de actividades empresariales, a la casilla de salida en una nueva partida que determinará qué entidades han reforzado adecuadamente sus pilares de solvencia. Como prólogo, los datos de 2019 evidenciaron un notable incremento en los saneamientos y las amortizaciones, que mermaron el excedente, al tiempo que las recomendaciones del BCE ya han llevado al Santander a anunciar que no abonará dividendo complementario por 2019, ni derrama alguna por 2020, y también que modificará los objetivos de su plan estratégico. Estas decisiones deben entenderse como una declaración de que el sector se adentra en otra gran galerna que exigirá la misma pericia que en la anterior, incluidas las fusiones. Precisamente, en 2019, los resultados de Santander y BBVA condicionaron la evolución del sector bancario. Decidieron realizar un sobreesfuerzo en saneamientos y amortizaciones que diluyó la recuperación del beneficio en los últimos años.
La entidad presidida por Ana Botín incrementó la partida de amortizaciones más del 23 por ciento y la de saneamientos casi el 27 por ciento, al tiempo que el grupo bilbaíno amplió en un 32 por ciento las amortizaciones y en un 38 por ciento los saneamientos. Estas acciones provocaron que...
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