Si pensábamos que estaba todo inventado a nivel de impuestos, nos equivocábamos. Bien es sabido que, frente a la necesidad, la imaginación no tiene límites, y prueba de ello es Portugal. Somos muchos los que nos hemos quedado boquiabiertos tras conocer la última idea económica del Gobierno luso: convertirse en un ‘paraíso fiscal’ para jóvenes. Sí, han leído bien, bajar los impuestos a los jóvenes menores de 35 años, que no a los ricos. El objetivo no es otro que el tan manido tema sobre la retención del talento.
La propuesta que se ha lanzado sobre la mesa contempla exenciones fiscales durante diez años. Los jóvenes de entre 18 y 26 años que encontraran su primer trabajo no pagarían impuestos sobre la renta durante el primer año, para pasar a una bonificación del 75% entre el segundo y cuarto ejercicio, un 50% del quinto al séptimo y del 25% a partir del octavo año. Organismos como el Fondo Monetario Internacional no han visto con buenos ojos este experimento fiscal. Ponen en duda su efectividad para retener a los jóvenes, pero quién sabe si puede ser una salida a los complicados tiempos que vive la juventud, soliviantada por bajos salarios y desorbitados precios de la vivienda. Generar, al menos, genera muchísima curiosidad esta arriesgada apuesta sin precedentes.
El mundo evoluciona y toca cambiar el chip; echar mano del ingenio para dar con las fórmulas que nos liberen de la soga que el propio sistema ha puesto al futuro del estado de bienestar.
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