La reforma del mercado mayorista de electricidad debería modificar el actual modelo...
El mercado de la energía no deja de ser un mercado sometido, como todos los mercados, a fluctuaciones, a las incertidumbres y a los tiras y aflojas de la oferta y la demanda. Sin embargo, es un mercado muy especial. Especial, no sólo por la importancia del producto que ofrece que no puede faltarnos ni un minuto, también son especiales por la no diferenciación del producto entre unos productores y otros o por el necesario equilibrio, en términos de segundos, entre oferta y demanda, que siempre deben cuadrar. Es legítimo que las compañías productoras y comercializadoras pretendan maximizar el rédito de sus accionistas. Son sociedades mercantiles con ánimo de lucro que jamás han ocultado que ese es su fin último, aunque son perfectamente conscientes de que deben compatibilizar unos beneficios suficientes y adecuados, con una tarifa que no condene a sus clientes.
Las compañías productoras y distribuidoras son conscientes de que una tarifa exagerada puede ser muy beneficiosa hoy y una ruina mañana. La reforma del mercado mayorista de electricidad debería modificar el actual modelo de fijación de precios mayoristas del mercado para lograr un precio más competitivo, que restrinja el impacto de los precios del gas en el sistema y garantice un precio estable, predictible y competitivo a largo plazo. Esta reforma tiene que ser capaz de trasladar al consumidor el incremento de la instalación de fuentes renovables, cuyo coste de generación y operación son sensiblemente inferiores al resto de tecnologías. La cesta de producción ha cambiado y el, no hace tanto tiempo, estable mercado del gas, ha dejado de ser lógico, predecible y competitivo. Es imprescindible ajustar la sistemática de fijación de precios, eliminar impuestos y peajes (aunque de esto hablaremos otro día) y compatibilizar adecuadamente la competitividad de la industria con los beneficios de los productores.
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