Cada vez más, la retención y la atracción del talento, especialmente del joven, se configuran como claves fundamentales para la competitividad y, por ende, la supervivencia de las empresas. A estas alturas, a ninguna compañía se le escapa ya que, para fidelizar a sus personas, debe ofrecer buenas condiciones de todo tipo: retributivas, flexibilidad, adaptación a las nuevas maneras de trabajar... Pero a las condiciones favorables hay que añadir un nuevo liderazgo, un pilar básico dentro de esta estrategia.

Recientemente, asistí a una interesante jornada organizada por el Cuerpo Consular de Bilbao y Deusto Business Alumni en torno a estos temas. Una de las expertas intervinientes, la Career Services for Executive MBA, coach y orientadora profesional de Deusto Business School, María Iturriaga, hizo hincapié en que con visiones anticuadas no es posible liderar a personas jóvenes, que tienen un modo diferente de pensar y de vivir. No podría estar más de acuerdo. El cambio es sustancial. Hasta ahora, el talento ha tenido que adecuarse a la manera que exigía comportarse la empresa. Pero los jóvenes, especialmente los de la llamada generación Z, buscan empresas que compartan sus retos, su forma de estar en el mundo. Y valoran de un modo decisivo la manera en cómo las compañías pueden ayudarles a vivir esa vida que desean. Precisamente por eso, para ser atractivas, seducir y fidelizar, las empresas tienen que contar con un liderazgo moderno, capaz de estar a la altura. Eso implica escuchar, acompañar a la personas en toda su trayectoria profesional y poner el foco en el factor humano. Al fin y al cabo, está demostrado que las personas no dejan empresas, sino líderes.

Que se van porque sus jefes no les entienden, no les dejan progresar o no les ayudan a conciliar.