Un país que quiere seguir vivo debe apostar por una industria moderna, bien equipada, y orientada a productos y servicios de alto valor
No puede concebirse un país económicamente fuerte sin una industria fuerte. Esto es algo en lo que creo firmemente y por ello, a continuación, voy a desarrollar los argumentos que me llevan a realizar esta afirmación.
Es evidente que hoy en día es posible generar valor y riqueza a través de productos, de servicios, e incluso a través de las expectativas. Si no, que se lo digan al Sr. Musk. Cualquier producto o iniciativa que cubra una necesidad (real o creada), o resuelva un problema (presente o futuro) es susceptible de ser comprado y vendido, y por lo tanto de generar valor. En todo caso, la concepción de una economía clásica en la que las materias primas y la energía constituyen un valor primario, y la industria lo multiplica (extrayendo, generando, transformando, reutilizando, reciclando, etc.) sigue a su manera vigente.
Los servicios son capaces de volver a multiplicar su valor (p.e. logística, distribución, mantenimiento, etc.), o de generar nuevo valor a través de la economía que mueve y multiplica (casi exponencialmente) los excedentes (banca, entretenimiento, transporte, etc.). Eso sí, cabe preguntarse, qué es hoy una materia prima (el hierro o los datos), o, en esta era de la inteligencia artificial, qué es incluso el conocimiento. Dicho esto, soy un convencido de que, en una economía con fortaleza industrial, las cadenas de generación de valor son más robustas, el empleo tiende a ser mucho más cualificado y, en general, más estable, y el conocimiento más sólido, transversal y reutilizable.
La industria fabrica los productos que consumimos, los que nos conectan al mundo digital, los vehículos de transporte con los que nos movemos, y las instalaciones necesarias para generar la energía que mueve el mundo. Creo que no me equivoco al decir que la industria además de ser habilitadora de las infraestructuras de nuestro mundo también conforma la estructura de conocimiento práctico que nos conduce hacia el futuro. Claro, alguien que vive en el mundo de las tecnologías de fabricación, ¿qué va a decir? Pero imaginemos un mundo sin industria, y en ese mundo, prácticamente todos los elementos que nos rodean no existirían y por supuesto sería imposible sin ella entender un mundo en el que viven 8.000 millones de seres humanos. Y si esto es así, creo que es fundamental para un país que quiere seguir vivo, una apuesta decidida por una industria moderna, bien equipada y orientada a productos y servicios de alto valor.
El que un 20 por ciento del PIB europeo provenga de la industria debe ser objetivo estratégico principal, y para ello hemos de preguntarnos también qué tipo de industria queremos tener. Qué sectores críticos hay que recuperar urgentemente (electrónica y chips, sistemas de almacenamiento de energía, tecnologías de información y comunicación, etc.), cuáles hay que fortalecer (máquina-herramienta, automoción, energía, aeronáutica, espacial, salud, etc.) y cuáles debemos desarrollar (IA, plataformas, servicios online, etc.). Y esto implica, decisiones, apuestas e inversión privada y pública de enorme dimensión, sólo para alcanzar a otras regiones del mundo. Europa ha ido perdiendo terreno en muchos ámbitos tecnológicos estratégicos.
Además, somos expertos en regular con avidez el mercado interno y a los fabricantes locales, sin poder garantizar si los productos que importamos cumplen en sus países de origen dichos requisitos. Debemos de tener en cuenta que Europa compite sin energía ni materias primas contra dos bloques, y ambos pueden permitirse y se permiten saltarse las normas que acordamos en Europa.
Creo que toca analizar cómo podemos apoyar al sector industrial, cómo podemos proteger a nuestras empresas para que compitan en igualdad de condiciones, y cómo damos tiempo a nuestra industria para que se acomode a las transiciones requeridas sin regalar el mercado a nuestros competidores. Una vez me dijo un amigo británico que en Europa no podíamos vivir de cortarnos el césped los unos a los otros. Yo también lo pienso y creo que debemos de tener una industria cada vez más fuerte con productos de cada vez mayor valor añadido. Empecemos a creerlo todos, sociedad, empresas y administraciones de todo tipo y color. Sigamos empujando para un futuro mejor, un futuro con más industria.
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