En la vida profesional también existe una cierta etiqueta
Ya sabéis que, cuando puedo, me escapo un ratillo a caminar por el monte. En muchas ocasiones voy solo, aunque en realidad en las montañas que rodean nuestras ciudades, no es difícil cruzarte con otras personas. No las conoces, y probablemente no volverás a verlas más. Estos encuentros guardan unas reglas de etiqueta no escritas. Un saludo breve, una mirada, una sonrisa. Si el camino es estrecho, tratas de ofrecer paso a la persona con la que te cruzas, o la que viene por detrás a ritmo más fuerte que tú. Las personas que van en grupo conversan en voz baja, nadie rompe la paz y el silencio de la naturaleza. A veces en estos encuentros se produce una breve conversación. Puede ser una consulta sobre la ruta correcta, o una pregunta a quien baja, sobre las condiciones de la cima. Generalmente la respuesta es amable, cordial, tratas de ayudar o agradeces recibir la ayuda.
Con la pandemia y las restricciones, se ha notado una mayor afluencia de caminantes, especialmente en los montes cercanos a las zonas más pobladas. Me ha parecido que también se ha notado un cierto deterioro en las normas de cortesía. Supongo que los habituales las hemos aprendido con el tiempo, y es preciso tener un poco de paciencia con los que acaban de llegar. En particular, la bicicleta de montaña ha ganado bastantes adeptos, y la verdad es que esta nueva especie parece traer normas diferentes. Entiendo la adrenalina de bajar las cuestas con cierta velocidad, entiendo el esfuerzo que supone dar pedales cuesta arriba. Me cuesta un poco más entender la falta de educación y respeto con las personas con las que compartes el camino. Como hacen poco ruido, en no pocas ocasiones te sorprende un grito o un silbido de un ciclista que baja embalado por una pista forestal, que te avisa así para que seas consciente y no te cruces en su camino, que al parecer le pertenece. Otras veces se cruzan contigo en sendas estrechas, y como apartarse con la bicicleta no es sencillo, sabes que te toca a ti buscar el hueco para dejarles paso. No siempre es fácil ver si te saludan o no, menos si van con cascos o gafas. Frecuentemente hablan alto entre ellos, a gritos, porque deben guardar una cierta distancia. Decididamente, es otra etiqueta.
Me pregunto si son conscientes de ello, supongo que no. En fin, supongo que habrá que acostumbrarse, igual que a convivir con los aficionados al motocross y a los quads, otras especies montañeras con las que nos cruzamos en ocasiones (por fortuna, con poca frecuencia). Te cuento esto porque, al hilo de estos encuentros, pensaba el otro día mientras subía al monte que en la vida profesional también existe una cierta etiqueta, que no todas las personas entienden de la misma manera. Igual que la de los montañeros, esta etiqueta profesional no se estudia ni se enseña en ningún sitio. Supongo que la vas aprendiendo a medida que adquieres más experiencia, con cada encuentro. No tiene que ser con un cliente, o con un proveedor (sobre ese tipo de relación se ha escrito bastante). Tampoco estoy hablando de las relaciones que se establecen dentro de una organización (hay toda una rama de la gestión que estudia el “comportamiento organizacional”). Me refiero a los encuentros que cada día tenemos con otras personas, por motivo de la profesión, y con los que probablemente no volveremos a cruzarnos nunca más. No sé si sería capaz de describirla con precisión, no creo que consista en seguir muchas normas. Más bien se trata de mostrar respeto a la persona con la que te encuentras por cualquier circunstancia. Tiendo a aplicar la misma etiqueta que he aprendido en la montaña. Un saludo breve, una mirada, una sonrisa. Quizá una breve conversación sobre la ruta a seguir, una orientación.
Agradezco mucho la cortesía, la etiqueta que marca el respeto hacia otros compañeros de este extraño viaje que es el devenir profesional. También a veces te encuentras con personas que no parecen entender estas normas no escritas. Puede ser la arrogancia o la timidez, puede ser que vayan con mucha prisa por llegar a no se sabe dónde. Puede ser que no se den cuenta que están siendo maleducados… Leí una vez una cita que venía a decir que la buena educación se demuestra en la paciencia con la que eres capaz de soportar la mala. Puede ser cierto, aunque también en ocasiones puede ser bueno tratar de corregirla, además de soportarla…
Todos los derechos reservados Industria y Comunicación S.A.