Kutxabank ha escalado a un puesto de honor en los test de solvencia europeos y mantiene su capacidad de maniobra
A pesar de que la banca tiene la consideración de negocio prudente y segurola, lo cierto es que sus crisis son tan habituales, o más, que en la industria, pero con la ventaja de que sus caídas se amortiguan con el dinero de todos (bancos buenos y contribuyentes), aunque luego se diferencie y premie de manera parcial.
Kutxabank navega en el mercado financiero desde hace diez años. Aunó los negocios bancarios de BBK, Kutxa y Vital, que por separado, al menos las dos últimas, lo hubieran tenido crudo para sobrevivir. Nadie debe dudar de que la última década ha sido especialmente exigente para el negocio bancario. Las autoridades y las políticas de los bancos centrales, para compensar el despelote del gasto político, les obligaron a una transformación intensa en el origen de los ingresos, en el consumo de capital y en la mutación del mundo físico al digital, que afloró todo el polvo bajo las alfombras y, sobre todo, la indolencia estructural provocada en el pasado por unos márgenes de negocio desmesurados. Casi no tenían que pensar, lo que se notó cuando llego Lheman con las rebajas.
Lo que se puede decir de Kutxabank, en este cumpleaños, es que ha capeado el temporal con sus propios medios, con los que también ha debido restañar los agujeros dejados por otras entidades y soportar, al mismo tiempo, la competencia de quienes recibían miles de millones de euros de inyección. En ese escenario, Kutxabank ha escalado a un puesto de honor en los test de solvencia europeos y mantiene su capacidad de maniobra intacta con 120.000 millones de euros de negocio con clientes y un patrimonio neto de 6.310 millones de euros, un 30 por ciento superior al de 2012. Sinceramente, sumar 1.481 millones de euros de valor a la compañía, en esta década maldita, radiografía la gestión. ¿Se podría haber hecho mejor? Igual sí; ¿y peor? No tengan ninguna duda.
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