España es el ejemplo perfecto de adonde nos puede arrastrar el populismo, una versión degenerada...
A pesar de las ayudas europeas, y de su tolerancia en materia de déficit, España se ha metido en un buen lío en materia de endeudamiento. Después de dos crisis sucesivas, duras y largas, con una economía con escaso potencial de crecimiento y una sociedad con alergia a cualquier clase de reformas, ese endeudamiento representa una amenaza económica que algún día acabará estallándonos en las manos. Nos hemos convertido en la economía enferma de Europa por antonomasia y en un motivo de preocupación para todo el mundo. Menos para nosotros mismos. España es el ejemplo perfecto de adonde nos puede arrastrar el populismo, una versión degenerada y chapucera de aquello que se llamó en su día socialdemocracia.
Desde 1975, la Deuda Pública ha crecido desde un 8 a un 125 por ciento del PIB. ¿Y qué se ha conseguido? Un crecimiento mediocre y un fracaso monumental en materia de empleo. En cuarenta y cinco años sólo en tres el paro ha bajado del 10 por ciento. Demasiada Deuda para tan poco crecimiento. Toda una contradicción. Ante la falta de reacción, el problema se ha ido convirtiendo en una cuestión poco menos que insoluble. Durante un tiempo que se nos hará muy largo, Europa nos ayudará pero sólo en la medida en que mostremos voluntad de rectificar, lo que hasta ahora no se ha demostrado. Habrá que priorizar el crecimiento económico y el empleo (sin eso no hay manera de pagar las facturas), y sacrificar parte del gasto social y los salarios públicos. Para ello hay que hacer reformas y la del sistema de pensiones es una de ellas.
Algo que en un país en el que la protección social se dispensa exclusivamente a los mayores mientras se margina a los jóvenes, no parece fácil.
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