La implantación del eléctrico requiere de una red de carga que dé cofianza al conductor
La electrificación del parque móvil nacional avanza a paso lento con 280.000 turismos enchufables frente al compromiso del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) de alcanzar los 5,5% millones en 2030. La mayor reticencia de los conductores a la hora de abrazarlos sigue siendo el temor a quedarse sin batería en los trayectos largos para los que la autonomía que son capaces de ofrecer está aún comprometida. El desarrollo de la infraestructura de carga necesaria para disipar el fantasma del eléctrico orillado en la cuneta no se ha producido pese a que el año pasado se cerró con 37.136 puntos públicos de recarga repartidos por todo el país. Pese a que numéricamente no son pocos -en todo el terrirorio hay 12.346 gasolineras- la red adolece de la planificación y las características necesarias para ser efectiva. Así, muchos de los puntos se acumulan en los entornos urbanos y son, además, lentos, pensados más para recargas cotidianas de oportunidad que para tiradas largas con el automóvil.
Con la reciente obligación de instalar puntos de carga cada 60 kilómetros, la UE sienta las bases de un desarrollo inteligente que atraviese de punta a punta la geografía española incorporando a la estela de espigas, olivos y pequeñas poblaciones que acompaña al viaje, el perfil tranquilizador de las estaciones de carga. En esa secuenciación de la red, en la configuración de un mapa infalible que cubra todos los trayectos y necesidades del conductor se inscribe también la estandarización de conectores y protocolos de carga, su accesibilidad, el desarrollo de medios de información internos y externos sobre su ubicación y tarifas y el mantenimiento.
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