Las confrontaciones electorales en Francia y Reino Unido no han deparado sorpresas, aunque sí han remarcado las diferentes técnicas para otorgar los asientos legislativos. El caso británico prima, habitualmente, la estabilidad. El sistema de mayoría a una vuelta, en esta ocasión, ha aupado al laborista Starmer a una victoria ‘aplastante’ con un 33,8% de los votos, 1,6 puntos más que su antecesor Corbyn. Sería, por ejemplo, la traslación a Moncloa del Senado español. El éxito, así, se debe a la mayor abstención (7,4 puntos del censo), al hundimiento ‘tory’ (23,7% de los votos) y a la irrupción de ‘Reform UK’, impulsada por la decisión de Farage de saltar al ruedo a última hora y que le otorgó el 14,3% de los votos. Parece que alguien temía que el actual cainismo ‘tory’ se perpetuase en el 10 de DS. Los resultados anteriores y la resurrección liberal con Davey, que obtuvo el 12,2% de los votos, dos puntos menos que ‘Reform UK’, pero con 66 asientos más (71 a 5), evidencia la limitación laborista para armar reformas de calado.

Por tanto, en las relaciones con la UE, pocas esperanzas. La doble vuelta francesa tampoco aportó cambios sustanciales. El ‘acuerdo’ de Macron y la ‘Unión Gauche’ propició la derrota del RN de Le Pen en escaños, pero dejó, porcentualmente, un panorama inquietante: centro y derecha lograron el 32% de los votos; la izquierda, verdes y extrema izquierda, el 27%; y las extremas derechas, el 37%. En la segunda vuelta, Macron y Melenchon sumaron solo 0,7 puntos a los votos de la primera; mientras que Le Pen agregó 2,75 sin que las candidaturas agrupadas bajo el epígrafe ‘UXD Unión de l’exteme droite’ cayeran, al remontar un punto, hasta el 5,0%. Lo que sí aclaran las elecciones es que UK contará con estabilidad, ahora habrá que ver sus políticas; mientras que en Francia la dificultad de armar mayorías sin romper los bloques abre un periodo de incertidumbre muy preocupante ante los desafíos del país.